Cuando llega el fin de la jornada,
la cena terminada, la mesa quitada, la cocina recogida...o casi.
Cuando la familia te ha dado el besito de buenas noches,
y uno a uno han ido a ocupar su cama,
o la mitad y un poco de la tuya...
Cuando el silencio se va adueñando del vecindario,
y tú te pones en la tele, con el volumen muy bajito,
esa película policiaca que tienes grabada desde hace meses
y que vas viendo como puedes, casi como si fuese una serie,
de media hora en media hora ...
Es en ese momento cuando la costura y yo nos solemos encontrar
para contarnos cómo nos ha ido el día,
y lo que esperamos hacer al día siguiente.
Para contarnos de la añoranza de los ratos de costura y conversación pasados con las amigas.
Para mantener los dedos ágiles, la mente activa,
el espíritu calmado.
Esos momentos son para mí
uno de los pequeños y apreciados placeres de la vida.
Parece mentira cuánto puede llegar a darnos
un ratico de costura.
Dear Jane a mi manera: B-8